Si hablamos de la EPO rápidamente lo asociamos a la época oscura del ciclismo, dónde se sabía que más de la mitad del pelotón utilizaba algún tipo de método de dopaje durante las competiciones. Ciclistas de renombre de la época fueron suspendidos por ser pillados mediante controles de la UCI por hacer uso del alguno de estos métodos.
Si bien es cierto que en la forma que utilizaban la EPO mejoraba el rendimiento de los ciclistas, esta no es una sustancia dopante cómo tal como sí puede ser el tramadol u otras tantas.
La eritropoyetina (EPO) es una hormona esencial para la regulación de la producción de glóbulos rojos en el cuerpo humano. Su función primaria es crucial para la vida cotidiana y, en particular, para los deportistas de resistencia.
La EPO es producida por los riñones en respuesta a niveles bajos de oxígeno en el cuerpo, una condición conocida como hipoxia. Su principal función es estimular la médula ósea para que produzca más glóbulos rojos, los cuales contienen hemoglobina, la proteína responsable de transportar oxígeno desde los pulmones hasta los tejidos del cuerpo. Esto es especialmente importante en situaciones donde el cuerpo necesita una mayor capacidad de transporte de oxígeno, como en altitudes elevadas, en personas que sufren anemia o durante el ejercicio físico intenso.
Cuando los tejidos del cuerpo detectan una disminución en los niveles de oxígeno, los riñones liberan más EPO en el torrente sanguíneo. Esto, a su vez, incrementa la producción de glóbulos rojos, lo que aumenta la cantidad de oxígeno que puede transportarse en la sangre. Este proceso es fundamental para el mantenimiento de las funciones vitales, especialmente en situaciones de estrés fisiológico, como el ejercicio prolongado o las enfermedades que reducen la capacidad del cuerpo para llevar oxígeno.
La EPO actúa principalmente en la médula ósea, donde estimula a las células madre para que se transformen en glóbulos rojos. Estos nuevos glóbulos rojos aumentan la cantidad de oxígeno que puede llevar la sangre, lo que mejora el rendimiento de las células y su capacidad para producir energía. Además, este proceso favorece el funcionamiento general del cuerpo, ya que las células reciben el oxígeno necesario para mantener un metabolismo eficiente.
En condiciones normales:
- Aumento en la capacidad de transporte de oxígeno: Los glóbulos rojos son fundamentales para llevar oxígeno a los músculos, el cerebro y otros órganos. Un incremento en los niveles de estos glóbulos, estimulado por la EPO, maximiza la eficiencia del transporte de oxígeno, lo que permite un mejor rendimiento físico en situaciones de demanda elevada, como el ejercicio intenso.
- Equilibrio en el hematocrito: El hematocrito es el porcentaje de sangre compuesto por glóbulos rojos, y un aumento en este índice gracias a la EPO ayuda a equilibrar la necesidad de oxígeno en los tejidos sin incrementar demasiado la viscosidad de la sangre.
En situaciones de hipoxia:
- Aumento de la producción de glóbulos rojos: Cuando los niveles de oxígeno son bajos, como ocurre en altitudes elevadas, el cuerpo responde aumentando la producción de glóbulos rojos. Este mecanismo de adaptación permite que los tejidos sigan recibiendo suficiente oxígeno, compensando las condiciones de hipoxia.
- Adaptación a la altitud: Los atletas que entrenan en altitudes elevadas aprovechan la respuesta natural del cuerpo a la hipoxia para aumentar de manera natural los niveles de EPO y, por ende, la cantidad de glóbulos rojos. Cuando regresan a niveles del mar, estos atletas tienen una mayor capacidad aeróbica, lo que les permite mejorar su rendimiento físico.
Además de su papel en la adaptación natural del cuerpo, la EPO es utilizada en medicina para tratar diversas condiciones, principalmente la anemia. Los pacientes con enfermedades renales crónicas no pueden producir suficiente EPO, lo que conlleva a una disminución en la cantidad de glóbulos rojos y, en consecuencia, una menor capacidad para transportar oxígeno. En estos casos, la EPO sintética (recombinante) se administra para corregir la anemia y mejorar la calidad de vida.
Los tratamientos con EPO también se utilizan en pacientes con cáncer, cuyas terapias de quimioterapia afectan la producción de glóbulos rojos, o en personas que padecen de anemias severas debidas a condiciones como el VIH.
Aunque la EPO es esencial para la regulación de los glóbulos rojos, su uso inadecuado o excesivo puede tener serios efectos adversos en el cuerpo. Cuando se incrementan los niveles de glóbulos rojos de manera excesiva, la viscosidad de la sangre aumenta significativamente, lo que dificulta su circulación por el sistema cardiovascular. Esta sangre más espesa ejerce una mayor carga sobre el corazón, incrementando el riesgo de hipertensión, trombosis, infartos y accidentes cerebrovasculares.
En condiciones normales, el cuerpo regula cuidadosamente los niveles de EPO y de glóbulos rojos en respuesta a las necesidades de oxígeno. Sin embargo, cuando se introduce EPO exógena sin la supervisión médica adecuada, este equilibrio natural se ve comprometido, con consecuencias potencialmente graves para la salud.
Por eso cuando los ciclistas antiguamente utilizaban la EPO para doparse, se decía que pasaban muchas noches caminando por el pasillo de arriba a abajo para que no les diese un trombo. Eran uno de los peajes de este juego sucio que tenían que asumir para poder aumentar el rendimiento de forma artificial.
La eritropoyetina es una hormona fundamental para el funcionamiento saludable del cuerpo, particularmente en la producción de glóbulos rojos y el transporte de oxígeno. A nivel fisiológico, desempeña un papel crucial en la adaptación a condiciones de hipoxia y en el mantenimiento del rendimiento físico, especialmente en deportes de resistencia. Si bien el uso médico de la EPO es valioso en el tratamiento de enfermedades que comprometen la producción de glóbulos rojos, su uso fuera de estos fines puede tener consecuencias graves para la salud.